CATALUNYA, ¿UN APAÑO DE LA DERECHA?
Mario Salvatierra Saru
Hay una derecha anclada en las viejas idealizaciones sobre
España: la que recela de las identidades territoriales
singulares, la que cree que la lengua castellana no puede compaginarse
plenamente con la lengua catalana, vasca y gallega, la que se enoja con las
culturas periféricas porque valora, al decir de Ortega y Gasset, que
les
"falta el último piso" (echan de menos un Cervantes, un Quevedo
o un
Lope de Vega), la que, aunque no la votara, hace suya la
Constitución porque no solivianta el pasado con la memoria de
los
vencidos en la guerra civil y la que le agria saber que la semilla del
laicismo
crece a dentelladas en la juventud. Sin embargo, hay otra derecha, propensa
a
aceptar el desafío de la estructura territorial del Estado
español, a la que no le causa fatiga entrar de lleno en el
debate porque se vive más ligada a la tradición liberal.
Este es el caso, entre otros, de Miguel Herrero de
Miñón, Juan José
López Burniol y José
Antonio Zarzalejos. Todos ellos comparten dos ideas
básicas: salvar a la Corona de las embestidas
republicanas
al orden constitucional e ir hacia una transacción entre el PP y el PSOE de la que emane una nueva
Disposición Adicional en la Carta Magna. Se trata, sobre todo,
de
evitar un pleito radical constituyente, esto es, preservar la estabilidad
del
pacto de la Transición. La propuesta transita en los siguientes pasos: 1.
Reconocer el estatus de "nación" a Catalunya. 2. Otorgarle competencias exclusivas
en
materia de lengua, enseñanza y cultura. 3. Establecer el "principio de
ordinalidad" en lo relativo a la financiación. 4. Reformar el Senado en una cámara territorial. 5. Aceptar los
referéndums consultivos convocados por las
autonomías. (1) Una vez aprobados mayoritariamente estos
puntos
en Catalunya a través de un referéndum consultivo, se iniciaría la pertinente reforma constitucional con los apoyos
del
PP y del PSOE y, por supuesto, con la aquiescencia de CiU y del
PNV.
¿Qué
duda cabe de que frente al inmovilismo del
más rancio nacionalismo español y la deriva del secesionismo
eufórico de ERC esta iniciativa de la derecha "templada y
liberal" puede despertar el entusiasmo entre quienes prefieren una
España frágil a una España rota? Este "apaño", en primer término, viene muy bien a las élites económicas y, en segundo término, ideológicamente reposa en la placidez institucional que
mantiene el statu quo. Empero, el andamiaje constitucional, lejos de
consolidarse con esta supuesta salida, puede acabar
resquebrajándose por ser completamente insatisfactorio para una
gran
mayoría.
La crisis que vivimos no solamente es territorial,
también zarandea todo el sistema: una
institución política en la que mandan los ricos no es una democracia
sino
una plutocracia, un gobierno subordinado al interés de unos pocos no es una democracia sino una
oligarquía. La crisis económica ha puesto en evidencia que el sistema
político imperante es una "oligo-pluto-cracia" que ya no
esconde o encubre su voluntad de aniquilar el Estado social.
¿No tendría que abordar una reforma constitucional
qué
papel le damos realmente a los derechos
económicos y sociales? ¿O dejamos las cosas como están incluida la modificación del artículo 135 de la Constitución?
Por otra parte, ¿vamos a arreglar las cuestiones territoriales de
Catalunya y Euskadi y, por bien de la fe católica, dejamos intactos los acuerdos con la Santa
Sede?
¿Vamos a continuar con la enseñanza confesional de la religión en la escuela para no despertar la
animadversión de la derecha española y ofender la liturgia del PNV y de
Unió?
¿Será
inoportuno también cuestionarse el consenso sobre la
monarquía? Hace un par de días atrás, Antonio García Santesmases me recordaba que mucha gente en
España se definía no como monárquica sino como "juancarlista". E inmediatamente
preguntó: "¿entonces qué
hacemos con Juan Carlos? Después de Corina, Urdangarin ... ¿qué
razones tenemos para ser "juancarlistas"?" No
obstante,
he de aclarar que en otra conversación oí
decir que era mejor que la izquierda no removiera la
discusión entre monarquía o república porque, en caso de que saliera adelante esta
última, ¿qué
candidato/a tendría la socialdemocracia para presidir la
República? Chascarrillo aparte, todo apunta a que en el
índice de una reforma constitucional se registre este
debate.
Probablemente la mayoría de la prensa escrita a nivel nacional
avalará
una reforma como la que proponen Herrero de
Miñón, López Burniol, Zarzalejos y la derecha liberal. Tal vez
esta sea la "imaginación" que recientemente reclamaba Rajoy en el Senado a
CiU.
Después de las elecciones europeas lo veremos. Pero
tengamos en
cuenta que bien analizadas las cosas no conviene la subsistencia de una
pseudoreforma cuando la realidad desborda los dogmas de la
Transición. La ristra de desaires económicos, políticos y sociales puede terminar socavando
definitivamente
la confianza de la mayoría social en la democracia
representativa.
1. Véase, Juan José
López Burniol, La Vanguardia, 24 de abril de
2014.
27 de abril de
2014