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lunes, 28 de abril de 2014

CATALUNYA, ¿UN APAÑO DE LA DERECHA?

CATALUNYA, ¿UN APAÑO DE LA DERECHA?
Mario Salvatierra Saru


            Hay una derecha anclada en las viejas idealizaciones sobre España: la que recela de las identidades territoriales singulares, la que cree que la lengua castellana no puede compaginarse plenamente con la lengua catalana, vasca y gallega, la que se enoja con las culturas periféricas porque valora, al decir de Ortega y Gasset, que les "falta el último piso" (echan de menos un Cervantes, un Quevedo o un Lope de Vega), la que, aunque no la votara, hace suya la Constitución porque no solivianta el pasado con la memoria de los vencidos en la guerra civil y la que le agria saber que la semilla del laicismo crece a dentelladas en la juventud. Sin embargo, hay otra derecha, propensa a aceptar el desafío de la estructura territorial del Estado español, a la que no le causa fatiga entrar de lleno en el debate porque se vive más ligada a la tradición liberal.
            Este es el caso, entre otros, de Miguel Herrero de Miñón, Juan José López Burniol y José Antonio Zarzalejos. Todos ellos comparten dos ideas básicas: salvar a la Corona de las embestidas republicanas al orden constitucional e ir hacia una transacción entre el PP y el PSOE de la que emane una nueva Disposición Adicional en la Carta Magna. Se trata, sobre todo, de evitar un pleito radical constituyente, esto es, preservar la estabilidad del pacto de la Transición. La propuesta transita en los siguientes pasos: 1. Reconocer el estatus de "nación" a Catalunya. 2. Otorgarle competencias exclusivas en materia de lengua, enseñanza y cultura. 3. Establecer el "principio de ordinalidad" en lo relativo a la financiación. 4. Reformar el Senado en una cámara territorial. 5. Aceptar los referéndums consultivos convocados por las autonomías. (1) Una vez aprobados mayoritariamente estos puntos en Catalunya a través de un referéndum consultivo, se iniciaría la pertinente reforma constitucional con los apoyos del PP y del PSOE y, por supuesto, con la aquiescencia de CiU y del PNV.
            ¿Qué duda cabe de que frente al inmovilismo del más rancio nacionalismo español y la deriva del secesionismo eufórico de ERC esta iniciativa de la derecha "templada y liberal" puede despertar el entusiasmo entre quienes prefieren una España frágil a una España rota? Este "apaño", en primer término, viene muy bien a las élites económicas y, en segundo término, ideológicamente reposa en la placidez institucional que mantiene el statu quo. Empero, el andamiaje constitucional, lejos de consolidarse con esta supuesta salida, puede acabar resquebrajándose por ser completamente insatisfactorio para una gran mayoría.
            La crisis que vivimos no solamente es territorial, también zarandea todo el sistema: una institución política en la que mandan los ricos no es una democracia sino una plutocracia, un gobierno subordinado al interés de unos pocos no es una democracia sino una oligarquía. La crisis económica ha puesto en evidencia que el sistema político imperante es una "oligo-pluto-cracia" que ya no esconde o encubre su voluntad de aniquilar el Estado social. ¿No tendría que abordar una reforma constitucional qué papel le damos realmente a los derechos económicos y sociales? ¿O dejamos las cosas como están incluida la modificación del artículo 135 de la Constitución?
            Por otra parte, ¿vamos a arreglar las cuestiones territoriales de Catalunya y Euskadi y, por bien de la fe católica, dejamos intactos los acuerdos con la Santa Sede? ¿Vamos a continuar con la enseñanza confesional de la religión en la escuela para no despertar la animadversión de la derecha española y ofender la liturgia del PNV y de Unió?
            ¿Será inoportuno también cuestionarse el consenso sobre la monarquía? Hace un par de días atrás, Antonio García Santesmases me recordaba que mucha gente en España se definía no como monárquica sino como "juancarlista". E inmediatamente preguntó: "¿entonces qué hacemos con Juan Carlos? Después de Corina, Urdangarin ... ¿qué razones tenemos para ser "juancarlistas"?" No obstante, he de aclarar que en otra conversación oí decir que era mejor que la izquierda no removiera la discusión entre monarquía o república porque, en caso de que saliera adelante esta última, ¿qué candidato/a tendría la socialdemocracia para presidir la República? Chascarrillo aparte,   todo apunta a que en el índice de una reforma constitucional se registre este debate.
            Probablemente la mayoría de la prensa escrita a nivel nacional avalará una reforma como la que proponen Herrero de Miñón, López Burniol, Zarzalejos y la derecha liberal. Tal vez esta sea la "imaginación" que recientemente reclamaba Rajoy en el Senado a CiU. Después de las elecciones europeas lo veremos. Pero tengamos en cuenta que bien analizadas las cosas no conviene la subsistencia de una pseudoreforma cuando la realidad desborda los dogmas de la Transición. La ristra de desaires económicos, políticos y sociales puede terminar socavando definitivamente la confianza de la mayoría social en la democracia representativa.

1. Véase, Juan José López Burniol, La Vanguardia, 24 de abril de 2014.


27 de abril de 2014