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sábado, 8 de febrero de 2014

¿QUIÉNES SON "LOS NUESTROS”? La Izquierda ante el Nacionalismo



¿QUIÉNES SON "LOS NUESTROS”? 
La Izquierda ante el Nacionalismo

Esteban Villarejo
Doctor en Ciencias Políticas.
Licenciado en Derecho
Miembro de Izquierda Socialista- PSM 



La mayor parte de los seres humanos parece identificarse con una localidad, región o nación determinada, o con varias de esas comunidades al mismo tiempo. Esa simpatía suele incluir a los seres humanos que conviven en esos territorios. Ambos sentimientos también suelen conducir a pensar que las  comunidades en cuestión tienen derecho a asumir determinadas responsabilidades, y para ello deben disfrutar de las competencias correspondientes.
En este punto los sentimientos que se comentaban suelen acompañarse de la reflexión  racional, y también de la opción. Eso suele surgir, por ejemplo, cuando la la simpatía hacia la propia tierra se proyecta al mismo tiempo a distintas esferas territoriales (localidad, región, nación, comunidad de naciones...). Conviene examinar racionalmente como distribuir responsabilidades y competencias entre unas comunidades y otras, y tras eso es legítima cierta capacidad de opción, sin que eso excluya los sentimientos de identificación y afecto, y también la reflexión ética y la que se centra en la legitimidad de las atribuciones a unas comunidades u otras.
Existe una concepción global que se ha mostrado muy útil para distribuir funciones entre unos ámbitos y otros, y al mismo tiempo, coordinar dichas funciones. Se trata del modelo federal.

IDONEIDAD DEL FEDERALISMO PARA LA ORGANIZACIÓN POLÍTICA DE ESPAÑA
El modelo federal parece muy adecuado para España. Nunca se ha adoptado de una manera explícita y formal, pero en distintos períodos y muy decisivos, se han empleado fórmulas muy cercanas, y con resultados muy positivos.
Uno de esos períodos es el que se inicia con el mismo origen del Estado español en la Modernidad, uno de los primeros de Europa e incluso del mundo. La organización política visigoda desapareció con la invasión musulmana, pero dejó tras de sí la aspiración a una unidad que, finalmente, fraguó bajo los Reyes Católicos. Estos inauguraron una unión dinástica con características originales desde sus comienzos, pues esos monarcas mantuvieron la independencia formal de sus respectivos reinos, pero cada uno participaba en el gobierno del otro, y crearon  instituciones unas veces comunes y otras gemelas. Sus sucesores de la Casa de Austria prolongaron esa combinación de diversidad y unidad, pero ya bajo un solo soberano.
El advenimiento de un rey de origen francés rompió con la independencia formal y autonomía de hecho de los antiguos reinos. Eso originó un sentimiento de agravio en territorios donde existía una conciencia autonomista. Después, tras un siglo de centralización con la dinastía de los Borbones, la Guerra de la Independencia provocó un movimiento organizativo que tiene analogía con la federalización. Ante la invasión francesa, con la imposición de un nuevo rey extranjero y un Estado aun mas centralizador que el anterior, surge el prodigio de que en distintas provincias se constituyen juntas, y luego todas ellas eligen una Junta Suprema Central, y se convocan Cortes Constituyentes.
Todo ese movimiento organizativo implica una conciencia de nación que, al mismo tiempo, se manifiesta en los múltiples levantamientos que surgen en multitud de lugares. Así como el Estado español había surgido como uno de los primeros en Europa a fines del siglo XV, ahora es la nación la que se hace plenamente manifiesta, a principios del siglo XIX como una de las primeras en el mundo.
Tras la Guerra de la Independencia, se restablece la dinastía de los Borbones, y con ella vuelve el centralismo. En los dos breves períodos republicanos se vuelve a reconocer la autonomía de los territorios, pero la Dictadura del General Franco retorna al centralismo, si bien con unas concesiones singulares a dos provincias, y con ello a la Comunión Tradicionalista, una de las fuerzas que había cooperado en el llamado “Movimiento Nacional”.
Con el restablecimiento de la democracia, la Constitución de 1978 abre paso a un proceso de descentralización que se ha prolongado durante casi 30 años. A su término, la situación es muy cercana a un Estado Federal, si bien se mantiene una dinámica orientada a la transferencia de competencias; y en algún caso a la transferencia de toda la soberanía.

LA IZQUIERDA ANTE LA CUESTIÓN NACIONAL Y LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO
El comportamiento de las fuerzas de Izquierda desde el principio de la Transición Democrática hasta el presente, ha sido desigual. Ha habido partidos y sindicatos que se han unido a organizaciones burguesas en pro de los nacionalismos periféricos. Otras han adoptado posiciones más inclinadas al españolismo, o equidistantes entre uno y otro nacionalismo.
Ante esa dispersión, podríamos preguntarnos si hay alguna orientación que se pueda entender como más propia de la Izquierda, o más coherente con sus planteamientos básicos.
Creemos que sí, y por razones que trataremos de sintetizar. Por descontado, nuestros planteamientos son objetables, y estaríamos muy honrados si son objeto de debate.
Para empezar, hay un posicionamiento que entendemos como propio del socialismo democrático, y no por socialista, sino por demócrata. Se trata de la aceptar consultas de autodeterminación a escala autonómica. Es cierto que en este momento son contrarias a la legalidad constitucional, pero parece conveniente que se reforme la Constitución al respecto, o que se interprete de tal modo que se transfiera a las Comunidades Autónomas la facultad de convocar ese tipo de referendos.
Lo más importante para la Izquierda es qué opción tomar en esa consulta. La más conveniente parece que debe combinar las competencias estatales, las autonómicas y las municipales, a través de un federalismo equilibrado.
Ahora bien, ¿qué se debe entender por equilibrado? Es posible que convenga realizara todavía algunas transferencias, al menos en algunas comunidades; ahora bien, lo que parece más importante en términos generales es converger en objetivos comunes. Es de gran importancia subrayar que no defendemos un movimiento de re-centralización, sino una acción multilateral, pero convergente hacia objetivos compartidos.
Para los trabajadores y los excluidos hay muchos objetivos que solo pueden conseguirse con eficacia a una escala bastante amplia. Por ejemplo, la existencia de un mercado amplio sigue siendo de gran importancia para la productividad, y por tanto para la competitividad y el desarrollo. No es una causalidad que los países que atraviesan más dificultades en Europa sean de pequeño tamaño y población, mientras que Alemania, a través de la Unión Europea, disfruta, al menos para muchos productos industriales, de un mercado prácticamente interior que es más grande que el de Estados Unidos. En cambio, mientras países como Alemania han visto aumentar extraordinariamente su mercado, España ha visto reducirse el suyo para muchos productos, sobre todo servicios, debido al desarrollo autonómico. Para ciertos servicios existen condiciones distintas de prestación en cada una de las 17 comunidades autónomas.
La amplitud de mercado es importante en especial para los factores productivos, y especialmente para el trabajo. Para optimizar el empleo y la calidad en las condiciones de trabajo, es de gran importancia que el mercado de trabajo sea lo más amplio posible, y asimismo los marcos de negociación colectiva. En este punto hubiera sido lógico que los sindicatos hubieran defendido de manera tenaz la amplitud de esos marcos, y sin embargo bastantes uniones territoriales han asumido el nacionalismo estrecho de partidos burgueses.
También es conveniente un ámbito amplio para optimizar la eficacia y eficiencia en muchas actividades, tales como una Ordenación del Territorio eficaz, o una política científica eficiente.
Estamos hablando de razones de funcionalidad; ahora bien, hay otras razones de más profundidad, que afectan a los sentimientos de identificación y afecto que señalábamos al principio. Decíamos que probablemente la simpatía hacia la propia tierra tiene mucho de natural, y afecta también a los trabajadores. Ahora bien, en el trabajo suele experimentarse una solidaridad especial hacia los seres humanos con los cuales se comparte un esfuerzo común. Esa solidaridad tiende a prolongarse hacia otros trabajadores menos cercanos, pero que desarrollan un esfuerzo semejante, y a menudo sufren una explotación y exclusión análogas a las propias. Si se aspira a una superación de esa injusticia, la emancipación ha de ser también un objetivo global o no se conseguirá. Es necesario pasar por encima del juego social tal como lo percibe y teje el liberalismo, incluyendo los nacionalismos. Esas cuestiones tienen una importancia secundaria, y los trabajadores no pueden distraerse de las realidades verdaderamente relevantes, sino que deben diseñar una estrategia de emancipación eficaz, y utilizar la fraternidad entre ellos para conseguir una sociedad justa, solidaria y verdaderamente democrática. Los nacionalismos solo pueden servir para distraerse de los verdaderos objetivos y caer en las reglas de juego de la burguesía.
Por tanto, hemos de replantearnos quiénes son verdaderamente "los nuestros". Lo son todos los seres humanos, y en especial los más próximos. Ahora bien, los que merecen de manera prioritaria nuestra solidaridad y ayuda mutua, son los hombres y mujeres que trabajan para satisfacer las necesidades del conjunto, y a pesar de ese trabajo son a menudo explotados y excluidos.



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