Juan Antonio Barrio (artículo publicado en El Siglo nº 1017)
Vivimos tiempos de desafección hacia la política y
hacia los partidos políticos. La crisis económica ha traído, entre otras
consecuencias, la creciente idea de que los mercados lo pueden todo y la
política nada. O, en todo caso, sólo cabría una resistencia y una protesta
contra el “horror económico”, pero no una propuesta política como tal, al menos
desde los partidos digamos “tradicionales” de la izquierda; en concreto PSOE e
IU.
¿Se puede disentir de ese pesimismo generalizado? En mi
opinión no sólo se puede, sino que se debe. Habría que responder a dos
preguntas: una, ¿es posible superar en la práctica la escisión de 1921?, la
escisión que condujo a dos familias ideológicas con trayectorias muy distintas,
y en especial, en cuanto al papel de la democracia. En este sentido, la
afirmación del socialismo como profundización continúa de la democracia parece
difícilmente refutable hoy e día. En segundo lugar, ¿cabe establecer proyectos
conjuntos de gobierno PSOE-IU? La experiencia de gobierno común en Andalucía
parece permitir otra respuesta afirmativa. Porque además, en condiciones
económicas más que difíciles confirman, también, que “otra forma de gobernar es
posible”, que se puede gobernar en izquierda y desde la izquierda a favor de
los trabajadores. Por ejemplo, con el decreto que permite expropiar casas a las
entidades financieras durante tres años, o el decreto en marcha para adoptar
medidas contra la exclusión social (aceleración de una renta básica, apoyo a
cuidadores de dependientes, apoyo a las tres comidas en los centros escolares).
¿Se podría generalizar un gobierno así para toda
España, si los resultados electorales lo permitieran? ¿Por qué no?
La derecha rancia de siempre ya ha puesto el grito en
el cielo y lo seguirá poniendo igual (cuando les interesa dice que IU se ha
vendido al PSOE; otras veces al contrario, el PSOE sería la marca blanca de
IU…).
No les hagamos caso. No les tengamos miedo. Ganémosles
juntos. Antes y después de la elecciones. Antes: con el trabajo común, con el
apoyo de los movimientos sociales, a las iniciativas unitarias desde la base,
con la complicidad de los sindicatos…
No soy un ingenuo, sé que no es fácil pero también que
sólo así podremos construir no una casa común (probablemente ni siquiera sea
conveniente), sino una unidad de acción en primer lugar y una causa común además.
Y aunque algunas alianzas previas a las elecciones puedan ser necesarias
(¿tiene sentido mientras exista el Senado, tal y como lo tenemos, que no haya
una candidatura común de la izquierda en la mayoría de las circunscripciones?,
¿por qué regalarle a la derecha mayorías fáciles?), me refiero sobre todo a la
necesaria y hasta urgente cooperación posterior a las elecciones, lo cual
obligaría a proyectos conjuntos, a utopías realizables, a propuestas comunes de
cara a la profundización democrática (al diseño de una salida de la crisis que
cambie las relaciones laborales en beneficio de la participación de los
trabajadores en los procesos de toma de decisiones, al contrario de lo que
preconiza la actual reforma laboral, que no es sino la legalización del
chantaje sistemático por parte de los empresarios), al avance de un Estado
federal sin eludir la principal dificultad: la existencia de un sistema doble
de financiación, o al diseño de una estrategia para avanzar en la laicidad del
Estado, con la previa y necesaria denuncia del Concordato. Un acuerdo también
para dar la batalla en Europa frente a la austeridad recesiva. Y para conseguir
una democracia más participativa, y donde la relación
representantes-representados cambie radicalmente. Un acuerdo abierto a otras
fuerzas políticas de izquierdas en aquellas CCAA donde sea necesario. Las
dificultades son muchas, pero la actual situación lo hace, en mi opinión,
imprescindible.
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