El
PP y el principio de Mateo
Mario
Salvatierra Saru
20
de marzo de 2015
En la Comunidad de Madrid, al igual que en España, la desigualdad se ha disparado desde que se desató la crisis económica. Cuando hablamos de exclusión, marginación, pobreza, desempleo, precariedad laboral, fracaso escolar, etc. estamos refiriéndonos a la desigualdad social.
Ello
no quiere decir que antes del año 2010 no hubiera desigualdad social
sino que no se notaba como ahora porque andábamos entrampados en un
modelo de consumismo a base de préstamos, es decir, de endeudamiento
privado. Mientras el chorro del crédito funcionó no barajamos la
descomposición del modelo económico y menos aún intuíamos que la
promesa de un modelo social de bienestar para todos era absolutamente
incompatible con el actual sistema financiero.
En
Madrid, la población en riesgo de pobreza es de un 13,4%; alrededor
de 200 mil familias están en peligro de exclusión social; el número
de hogares donde ninguno de sus miembros tiene trabajo se ha
incrementado un 30% y más de la mitad de los 600 mil desempleados no
tiene ningún tipo de ingreso. Así pues, el número de personas que
con la crisis económica ha quedado fuera del sistema ha ido
creciendo de forma espectacular. Y también, a partir de y con la
crisis, ha aumentado escandalosamente el grupo de trabajadores con
salario de pobreza: si con la revolución industrial apareció el
proletariado, el capitalismo financiero trajo consigo el
"pobretariado" (también denominado "precariado").
Mientras
ocurre todo este drama social, ¿qué hace el gobierno del PP en esta
comunidad autónoma? De momento, dice que la mejor manera que hay
para luchar contra la desigualdad es que haya crecimiento económico.
Creer que el simple crecimiento basta para extirpar la penuria
económica es un engaño: lo atestiguan los indicadores de justicia
social de Estados Unidos. En toda España crecimiento económico está
beneficiando a unos pocos -precisamente a los que la crisis no ha
golpeado severamente- y, por otra parte, en Madrid el empleo de
calidad no llega y el que se consigue es inestable y salarialmente
raquítico.
A
decir verdad, el gobierno del PP, no ya desde el conservadurismo
compasivo sino desde una lectura rigurosa de la parábola de los
talentos, se empeña en aplicar a rajatabla el principio bíblico de
Mateo:
"Porque
a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene,
aun lo que tiene se le quitará" (Mateo, 25:29)
Al
que no tiene bienes privados, al pobre, se le quita los bienes que
tiene, esto es, los bienes públicos: sanidad, educación,
prestaciones sociales, etc. En Madrid tenemos cuatro graves problemas
que de continuar el PP en el gobierno arraigarán en la sociedad de
un modo estructural y serán muy difícil de erradicar:
1)
Una redistribución oligárquica de la riqueza: un aumento
pronunciado de la desigualdad de la riqueza y una concentración de
la misma en muy pocas manos.
2)
Un saqueo indisimulado del sector público: un proceso impúdico de
privatizaciones que el PP las llama "externalizaciones"
realizadas con el único objetivo de obtener pingües beneficios de
las necesidades básicas: sanidad, educación, vivienda... Todo ello
acompañado de una infrafinanciación del Estado del bienestar
propiciada por la renuncia a implantar un sistema impositivo que
grave a las rentas más altas.
3)
Una esfera pública mercantilizada: una comercialización sin
precedentes de la vida social.
Esto
responde a la presión que ejerce el capital inversor a favor de la
privatización y que el PP lo vende como una mejora de la libertad de
elección. El argumento que utilizan es como sigue: dado que en una
sociedad opulenta como la nuestra los consumidores son mucho más
exigentes y quieren productos más singularizados, es mejor extender
el mecanismo de competencia del mercado al ámbito de lo público. Lo
de menos para la derecha es que termina convirtiendo a los ciudadanos
en
clientes
y a las instituciones públicas en agencias para el consumo. El
problema consiste en que ni los hospitales ni las escuelas son
agencias de turismo, ni se espera que lo sean, y tampoco los enfermos
y los alumnos son meros clientes. El proceso de mercantilización de
los servicios públicos quizá sea el ataque más devastador contra
el bien común y el mayor ultraje cometido contra el valor de la
ciudadanía es haberla transmutado en clientela.
4)
Una corrupción galopante y sin ánimo de enmienda: Gürtel,
Granados, Ignacio González, Gestapillo, Caja de Madrid, Operación
Púnica, Bárcenas... El día en que se levante la alfombra tras
estos veinte años de gobierno del PP nos toparemos con balances
hirientes de negocios privados frutos del expolio de lo público.
Con
todos estos ingredientes -el principio de Mateo y la redistribución
oligárquica de la riqueza, el saqueo de lo público, la
mercantilización de la vida social y la corrupción como andamiaje
de la gestión pública- nada podemos esperar del PP para que remedie
la fractura social generada por la crisis económica. Al PP poco le
importa que se haya roto el contrato social, ellos van a lo suyo: el
negocio de lo público, la continuidad con la bajada de impuestos y
la comprensión de las instituciones que gobiernan como si fueran su
cortijo. ¿Cuál es el proyecto que tiene la derecha? Que económica
y culturalmente nada cambie en Madrid porque lo suyo es "dar a
quien tiene y restar a quien no tiene".
Amenazan:
"o ellos o el caos". Ellos: exclusión, segregación,
discriminación negativa y, como mucho, caridad. Lo otro: la
inclusión social en el centro de las políticas, enfrentarnos a la
fractura social impulsando políticas transversales de inversión
social y luchando también contra la pobreza energética e hídrica.
¿Podemos llamar "caos" a todo esto? No, no es caos sino
dignidad y decencia. Falta nos hacen.
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